Leyenda de la mano negra

18.05.2025

Leyenda de la mano negra

El padre Marocho era un sacerdote reconocido por la comunidad debido a sus virtudes personales y habilidades en la pintura; cuenta la leyenda que él se encontraba de visita en el Convento de San Agustín.

Un tesoro, un monje y un edificio colonial son los protagonistas de la leyenda de la Mano Negra de Morelia, del Templo de San Agustín.

Morelia se conocía como Valladolid. Ahí es donde surgió la leyenda de la Mano Negra, en el Templo y el ex Convento de San Agustín.

El padre Marocho fue un sacerdote y pintor que visitó el Convento de San Agustín. En la noche, mientras leía en su cuarto, comenzó a escuchar un ruido muy extraño cerca de él y giró su cabeza para saber de qué se trataba. Lo que vio fue un par de manos negras, cuyos brazos se perdían en la penumbra, las cuales apagaron su veladora.

Se dice en lugar de alterarse, el sacerdote dijo en voz alta: «ahora para evitar travesuras peores, con una mano me tiene usted en alto la vela para seguir leyendo y con la otra me hace sombra a guisa de velador, a fin de que no me lastime la luz»? Las manos obedecieron y por la noche sostuvieron la vela e hicieron sombra.

Al amanecer, el padre dijo: «apague usted la vela y retírese. Si necesito de nuevo sus servicios, yo le llamaré». Igual que la primera vez, las manos acataron la orden y desaparecieron. Se dice que con el paso de los días el sacerdote siguió en contacto con este misterioso ser: durante la noche las manos le ayudaban a leer y en la tarde lo asistían pasándole pinceles para que Marocho pudiera realizar sus hermosos cuadros.

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